martes, 9 de octubre de 2018

Enrique VIII la vida de un Rey -Parte II-

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Ana Bolena

ENTRE el verano de 1527 y octubre de 1528, Enrique le escribió a Ana 17 cartas -que ahora se encuentran en la biblioteca del Vaticano- rebosantes de románticos anhelos. En ellas revela su ser mas intimo y promete "superaros en la lealtad del corazón". Llama a Ana "la mujer que par mi vale mas en el mundo"; le envía un ciervo que acaba de matar con sus propias manos "esperando que cuando lo comáis penséis en el cazador" . En otra misiva declara que "desearía estar en los brazos de mi amada" . Entretanto el cardenal Wolsey trataba con gran esfuerzo conseguir de Roma la anulación del matrimonio de Enrique con Catalina. La cuestión decisiva era si se había consumado o no el matrimonio de Catalina con Arturo Tudor. En caso afirmativo Enrique habría vivido en pecado con la viuda de su hermano, y podría declararse la nulidad de ese segundo matrimonio.

El Papa Clemente VII envió al cardenal Lorenzo Campeggio a Inglaterra para que, junto con, Wolsey vieran la causa del Rey. El proceso se inicio en Blackfrias el 18 de junio de 1529. La Reina ultrajada en sus sentimientos religiosos y dinásticos, se arrodillo ante Enrique para decirle: "Pongo a  Dios por testigo que siempre he sido para vos una esposa leal, respetuosa y obediente......y que cuando fui vuestra por primera vez aun era doncella, no tocada por varón". Luego apuntando al punto más sensible de Enrique, añadió: "Dejo a vuestra consciencia la decisión acerca de la verdad o falsedad de mi aserto". Enrique, acallando la voz de su consciencia, ni siquiera parpadeo. Mantuvo una actitud de completo desinterés. Se citaron como testigos a cortesanos y sirvientes de palacio. Unos estaban seguros de la consumación del matrimonio; otros lo ponían en duda.

Se alargo tanto la presentación de pruebas sin que se llegase a una conclusión, que en julio el Papa presionado por Carlos V, desautorizo la prosecusión de la causa en Inglaterra y ordeno que el proceso se trasladara a Roma. De nuevo le había fallado Wolsey a su Señor; peor aun lo había hecho quedar en ridículo. Enrique había confiado en que su cardenal llevara a buen fin la causa en Inglaterra, pero ahora esta se le había escurrido de las manos. Enrique iracundo fulmino a Wolsey. Le ordeno devolviera el Gran Sello. Wolsey lloro e imploro pero el Rey lo rechazo. En desgracia, el cardenal se marcho con renuencia al norte, a su diocesis de York. Esperaba vivir en honorable retiro, pero no pudo renunciar al habito de la política del poder. No tardo en escribirle con aviesas intenciones al rey de Francia, al Emperador y al Papa.

En octubre de 1530 le informaron a Enrique que el Papa, influido por Wolsey, le había prohibido casarse con Ana mientras siguiera en proceso la anulación. El Rey enfurecido ordeno el arresto de Wolsey, acusado de alta tracción. El cardenal ya entrado en años jamas logro regresar a Londres. En Doncaster cayó enfermo de disentería. Luego, el mayor de la Torre se presento con 24 guardias reales. Inmediatamente sorprendió a Wolsey lo que Enrique le reservaba. La disentería se le agravo alarmantemente. Trasladado a la Abadía de Leicester, el prelado a duras penas, podía montar su mula. Vivió solo dos días más. "Si yo hubiera servido a Dios" , dijo "tan diligentemente como al Rey, el no me habría abandonado cuando ya tengo el pelo blanco". Así murió el cardenal Wolsey, el ultimo prelado medieval que tuvo influencia en Inglaterra. 

Enrique se acercaba a los 40 años, y se hallaba en el apogeo de sus facultades. Cuando una cuestión verdaderamente le interesaba era capaz de tomar desiciones magistrales. Ese es el monarca que pinto Hans Holbeins, pintor de la corte.Alguien mas lo describió como un terrible tirano que equilibra un tronco, macizó como el de un toro, sobre piernas que parecen columnas; la cabeza echada hacia atrás, tiene un gesto taurino de reto y provocación; la mandíbula es fuerte y barbada; la boca tiene expresión de desenfreno; la pequeña nariz parece pico de ave rapaz, y en sus ojos halconados brillan la malicia y la viveza".

Nunca había pensado Enrique que una potencia extranjera pudiera frustrar sus planes. Con motivo de una controversia religiosa, había observado en una ocasión. "Los reyes de Inglaterra nunca han tenido superiores en la Tierra". Desconsertado por el traslado a Roma, Enrique decidió dar largas al asunto hasta encontrar la mejor manera de resolverlo. Le apasionaba la teología; en 1521 había escrito un libro donde defendia la Iglesia Universal contra las herejías de Martín Lutero. Por ello el Sumo Pontífice le había concedido el titulo de Defensor Fidei (defensor de la fe) que hasta la fecha conservan los monarcas de Inglaterra. Pero el sistema de la iglesia medieval se estaba volviendo obsoleto. Un ansia de reforma invadía a Europa occidental y comenzaba a infiltrarse en Inglaterra, donde muchos laicos tomaban a mal que el clero se declarara intermediario entre ellos y el Altísimo. Al igual que su Rey. los ingleses eran ortodoxos, pero a menudo anticlericales, pues se sentían perennemente agraviados por una Iglesia que era dueña de una tercera parte de las tierras y pagaba elevados tributos a una potencia extranjera; el Vaticano.

Enrique humanista, decidió que la única manera de dar una solución a su problema era romper con Roma y seguir su propio camino. "Como buen católico" escribió el historiador Macaulay  "prefirió ser el mismo su propio Papa".  A fines de 1533 Enrique se caso con Ana Bolena, porque ya estaba embarazada. El Parlamento, sin tardanza, aprobó un decreto transcendental que otorgaba al monarca autoridad suprema sobre la Iglesia y el Estado. Y el 23 de mayo el nuevo arzobispo de Canterbury, Thomas Cramer, declaro nulo el matrimonio de Enrique VIII y Catalina de Aragón. A la repudiada princesa se le asigno para su exilio una sombría mansión rodeada de fosos en Kimbolton, cerca de Huntindong. Pero la reina Ana resulto ser una arpía; neurótica y sin pelos en la lengua. A poco andar, hasta Enrique empezó a tenerle un poco de miedo a su consorte, cuyas rabietas lo ponían en ridículo. Ya en agosto de 1533 estaba furiosamente celosa porque Enrique había galanteado a otra mujer. "Debiera cerrar los ojos y soportar", le dijo el Rey, como lo habían hecho otras mejores que ella. 

Estaba seguro Enrique que Ana le daría un hijo varón, pero el 7 de setiembre en Greenwich la Reina dio a luz una niña. Enrique puso buena cara, no obstante su desilusión, y ordeno fastuosos festejos para el bautizo. La niña llegaría a ser Isabel I, la más grande de las Reinas de Inglaterra. Con todo, este acontecimiento fue el borde de la nube que a la postre borro del panorama a Ana Bolena.

Escandalo 

 

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Tomas Moro

EN NOVIEMBRE de 1534 Enrique ya iba bien encauzado en su nuevo rumbo insular. El Parlamento aprobó el Acta de Supremacía, que confirmaba al soberano como cabeza suprema de la Iglesia en Inglaterra, con los mismos derechos temporales que el Papa. La negativa de reconocer esta ordenanza se entendió como un delito de alta traición, y significo la ruina de algunos buenos y grandes hombres. John Houghton, prior de la cartuja de Londres, fue ahorcado, arrastrado y descuartizado en Tyburn. Otros cartujos fueron llevados por carretadas a la Torre. Al siguiente verano perdió la vida una víctima especialmente famosa sir Tomas Moro, que había sido Lord Canciller de Enrique y su amigo de la infancia. Se le ofreció el perdón pero no acepto "Que un señor temporal pudiera o debiera ser la cabeza de la espiritualidad" . Enrique conmuto la espantosa sentencia por traición en Tyburn por la decapitacion en la Torre. 

Al cabo de unos meses en prisión Tomas Moro estaba destruido físicamente, pero con sus convicciones intactas. Le dio al verdugo una moneda de oro como propina, le advirtió que tenia el cuello corto y se hizo la barba a un lado, diciendo: "Esta no ofendió al Rey". Después de la caída del hacha, la gente recordaría sus palabras; había muerto dijo, como leal súbdito del Rey, pero ante todo de Dios. La víspera de la ejecución, Enrique, acompañado de un gran séquito, había emprendido una gira oficial veraniega por el sur del país. Le gustaba aparecer ante el pueblo, captar su sentir, poner en orden asuntos locales. Aunque fuera temido y odiado era tal su prestigio, y sus enemigos tan sumisos, que por razones de Estado podía asesinar impunemente.

El brazo derecho de Enrique en lugar de Wolsey, era el antiguo secretario del cardenal, Thomas Cromwell, hijo de un cervecero y herrero de Putney. Cromwell el más grande genio y administrador de aquella época -estructuro la maquinaria del gobierno tan radicalmente que su influencia duro hasta la época victoriana- decidió hacer de Enrique el Rey más opulento que había existido en Inglaterra. Ambos hombres buscaban nuevas fuentes de ingresos. Según un avaluó hecho ese mismo año, el ingreso anual de la Iglesia ascendía  a 300.000 libras. Enrique investido ya de poder absoluto, decidió confiscar los cuantiosos bienes de los monasterios. Existían 563 fundaciones religiosas. Algunas de las más ricas - augustamente antiguas y dotadas por reyes ya legendarios- parecían palacios de la nobleza. Había en su interior planchas de oro y plata, y fabulosas capillas que resplandecían con piedras preciosas.

Astutamente Enrique y Cromwell decidieron obtener la aprobación del Parlamento para el saqueo despertando la indignación del pueblo por la inmoralidad de los clérigos. Algunos monasterios estaban bien dirigidos; en otros, unos frailes vivían como después lo harían los holgazanes becarios- supuestamente investigadores- de las universidades del siglo XVIII, interesados primordialmente en llevar una vida regalada. En julio de 1535, los agentes de Cromwell emprendieron la búsqueda  de pruebas de depravacion. Al cabo de pocos meses de la investigación. Enrique contaba con las pruebas, para presentar al Parlamento y que este ordenara la disolución de los monasterios. 

Catalina de Aragón, la reina repudiada, falleció en Kimbolton el 7 de enero de 1536. Escribió a Enrique una magnánima carta de despedida: "Por mi parte, os perdono todo , y me propongo orar con gran fervor a Dios para que Él también os perdone. Por ultimo, declaro solemnemente que no tengo ojos más que para vos". A diferencia de las esposas que Enrique  tuvo después, Catalina lo amo por él mismo. Habían sido jóvenes juntos.

La reina Ana estaba encinta otra vez, pero ya casi nada le alegraba. Su real consorte tenia amores con una nueva favorita. En Wiltshire, el setiembre anterior, Enrique había conocido a Jane, hija mayor de sir John Seymour, montero hereditario del Bosque de Savernake. Jane, que acababa de cumplir 26 era menudita, rubia, reservada, todo lo cual contrastaba con el temperamento dominante y tempestuoso de Ana. Enrique la encontró muy atractiva. Quizás para serenar sus pensamientos, a mediados de enero el Rey participo de unas justas, pero, como era su costumbre se arriesgo hasta lo indecible. Cayó del caballo y estuvo inconsciente dos horas. Un cortesano, lord Montague, comento posteriormente sobre las lesiones del Rey; "Esa pierna le costara la vida" y como se consideraba delito de lesa majestad profetizar la muerte del soberano (bien lo había comprobado en 1521 el desventurado duque de Buckingham), Montague fue ejecutado por su temeridad.

Enrique nombro a Jane dama de honor de la Reina. A fines de enero de 1936, la nueva favorita acepto un medallón que encerraba la real efigie, y permitio que el Rey la sentara en sus rodillas. Ana los descubrió así he hizo una escena terrible. "tranqulizate, amor mio" dijo el Rey en son de protesta, no por primera vez y pensando sin duda en la gravidez de Ana. Pero esta en un ataque de histeria, le arranco el medallón  a su rival, y al hacerlo se corto una mano. Luego el 27 de ese mismo mes, dio a luz prematuramente a un niño, que nació muerto. Frunciendo el entrecejo Enrique entro en la alcoba de Ana y la culpo del desastre. Ella objeto que él era el culpable, por sus enredos con "esa ramera", y el Rey replico, tajante , "ya no tendréis mas hijos mios".

Jane Seymour se retiro a Wiltshire, y poco despues Enrique le escribio; "Mi querida amiga y señora: El portador de estas breves lineas de vuestro más devoto  servidor pondra en vuestras bellas manos una muestra de mi gran afecto". Esperaba recibir pronto a Jane "en mis brazos", y firmaba "Vuestro amante servidor y soberano", HR (Henricus Rex).

Muerte a filo de espada


EN LA CORTE, la facción de los Bolena era favorable a Francia, y estaba poniendo obstáculos al nuevo entendimiento con Carlos V, tramado por Cromwell. Por otra parte Enrique también creaba dificultades. Su carácter iba de mal en peor, como si estuviera una antigua profecía según la cual empezaba su reinado como un manso cordero y terminarias siendo peor que un león. Incluso llego a insultar al embajador imperial con andanadas de palabras ofensivas. Cromwell nunca había visto al Rey tan recalcitrante por lo tanto decidió que era necesario deshacerse de la reina Ana.

Hacia tiempo que la venia espiando y el 2 de mayo de 1536 la soberana fue enviada a la Torre, acusada de tracción, adulterio e incesto. En la acusación formal -o estratagema para incriminarla- se afirmo que desde hacia 3 años Ana había buscado cinco hombres, entre ellos su propio hermano Jorge para que la "ultrajaran". Se aseguro también que se había reído de Enrique y de los versos que escribía. El 15 de mayo, Ana comparecio en la Torre de Londres ante un tribunal de pares del reino. Enérgica y habilmente, punto por punto, impugno cada una de las acusaciones en su contra. Se cuenta que Enrique comento: "Es de corazón intrépido, pero pagara por ello"

Los supuestos amantes de Ana fueron ejecutados. Luego el 19 de mayo, la mas apasionada de las esposas de Enrique subió al cadalso de la Torre. Una de sus cuatro damas le entrego un gorro de lino con el que se recogió el pelo. Otra le vendo los ojos. Se le había concedido a Ana una ultima gracia: el verdugo de St Omer el más hábil y mas de moda en aquella época, había sido traído ex profeso, con su enorme y bien templada espada.  Según el relato de un testigo ocular, la tenia junto a el, oculta bajo un montón de paja. De pronto grito "dadme la espada", y cuando Ana se volvió hubo un zumbido y un destello de acero. La tragedia termino antes de que Ana se percatara de lo que estaba ocurriendo.

La ejecución causo conmoción en el extranjero, pero fue bien acogida en Inglaterra, donde la gente desde hace tiempo veía con resentimiento la arrogancia y excentricidades de Ana. 
 


 


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